jueves, 30 de mayo de 2013

El cielo no nos quiere abajo

Salió corriendo de la casa y no volvió la vista atrás.

Aunque le pidieron que volviera ella siguió corriendo y los perdió de vista al doblar en una esquina de su pasaje. Lo único que podía hacer en ese momento era correr, aunque en ese momento no sirviera de nada.

Mientras tanto en la casa se preguntaban si debían ir a buscarla o la debían dejar sola... Por su bien.

Tres personas buscando a la chica y ella seguía corriendo sin rumbo.
Las horas pasaban, el frío calaba y ella no aparecía.
Al doblar en una esquina se dio cuenta de cuán lejos estaba de su casa, de cuánto frío tenía y de que andaba descalza... Comenzó a caminar lento, observando las cosas a su alrededor, jamás se había dando cuenta de cuanto asco le tenía a donde vivía, a quienes la rodeaban y a quien era.
Estaba tan enojada con todos... En ese momento se odió mas por haber dejado los cigarros en la casa.
Dejó el orgullo de lado y decidió volver a su casa, aunque dio algunas vueltas más.

En el basurero de un casa vio un quitasol de colores que le llamó la atención.

-La basura de algunos es el tesoro de otros- pensó, y sacó el quitasol del canasto.

Era un paladín y ya había encontrado su escudo, solo le faltaban los dragones pero sabía que solo era cosa de tiempo para que la atacaran con toda su furia, estaba lista, estaba en guardia, esta vez no la pillarían desprevenida, no, esta vez hundiría su espada en el corazón de la bestia.
Caminaba sigilosa, atenta a cada ruido, a cada movimiento.

Un destello en el cielo, y volteó rápidamente, pero no vio nada...
Otro destello iluminó su espalda pero cuando volteó nuevamente no vio nada...
Una lluvia de meteoritos comenzó a caer en ese momento y uno de ellos le golpeó el brazo cuando ella abría su escudo y lo situaba arriba de su cabeza.

Los meteoritos caían ferozmente y pronto el escudo no sería suficiente. Corrió para buscar un refugio que pudiese soportar aquel evento, pasaban minutos que se hacían eternos y el escudo comenzaba ya a decaer, pronto las piedras espaciales le molerían el cráneo sin piedad... Esa visión desesperó a la niña, la cual corrió lo más veloz que pudo...

Corrió y corrió hasta que chocó de frente con la figura de una persona mas alta y robusta que ella.

-¡Has regresado niña!- Le dijo el desconocido a ella.
-Muchas gracias por rescatarme otra vez abuelo-

Ella botó el quitasol y lo abrazó.

El le puso una manta en los hombros y juntos caminaron hasta la casa.
Antes de entrar, la niña miró al cielo y vio una estrella fugaz, cerró los ojos y guardó silencio, luego sonriendo entró a la casa y cerró la puerta.



Basado en una historia Real.
La serena- 2011

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