La pequeña Miori siempre iba al Templo de Hawamura a orar por su fallecida madre, para que los dioses siempre estuvieran con ella y para que la protegieran.
Siempre que iba al templo, la pequeña Miori echaba unas monedas en el oratorio y cerraba sus ojos, así ella sentía que su madre estaba presente.
Agradecía el momento y luego se iba a su casa.
Iba todos los días pues así no olvidaría a su madre y su madre tampoco la olvidaría.
Junto con ella llevaba siempre su cajita musical, la melodía favorita de su madre, quien la tocaba todas las noches antes de que Miori se durmiera. Ahora Miori escuchaba esa melodía cuando se sentía triste, pues recordaba como su madre la acurrucaba entre sus brazos y la hacía dormir. Así solo tenía que sacarse su colgante que le daba cuerda a la cajita y oir el dulce sonido.
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