"Kvothe salió de la cocina y cerró la puerta. Miró alrededor y pareció sorprenderle encontrar una templada tarde de otoño y no el bosque primaveral de su historia. Levantó las varas de una carretilla y la llevó hacia el bosque que había detrás de la posada. Sus pies hacían crujir las hojas caídas.
No muy lejos, entre los árboles, estaba la reserva de leña para el invierno. Los leños de roble y de fresno se amontonaban formando altas y torcidas paredes entre los troncos de los árboles. Kvothe puso en la carretilla dos leños que al golpear el fondo produjeron un sonido parecido a un tambor amortiguado. Luego tiró otros dos. Sus movimientos eran precisos; su gesto, inexpresivo; y tenía la mirada ausente.
Siguió cargando la carretilla. Cada vez se movía más despacio, como una máquina que va quedándose sin cuerda. Al final paró del todo y se quedó un largo minutos de pie, inmóvil como una estatua. Entonces se derrumbó. Y aunque no había allí nadie que pudiera verlo, se tapó la cara con las manos y lloró en silencio, y una oleada tras otra de profundos y silenciosos sollozos sacudieron su cuerpo."
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